En una habitación de diez tatamis, había un televisor de 42 pulgadas y un sofá. Las cortinas estaban abiertas y el sol de la tarde entraba por la ventana. La luz naranja del atardecer se acercaba a su rostro de la persona que estaba sentada en ese sofá mirando la brillante pantalla de la televisión. Esa persona era Ryuusenji…