Había un ave que cantaba. Con un sonido que todos habían escuchado alguna vez, el ave rendía tributo a la estación. La luz del sol entraba desde el patio atravesando las delgadas paredes blancas de papel Shoji* y calentando las esteras de tatami. Dentro de la habitación, había mucha tranquilidad. Los rayos de sol se fundían perfectamente con el ambiente…