Un hombre, yacía colgado en el aire, intentando desesperadamente zafarse de unos hilos plateados enrollados alrededor de su cuello.

—¡Guuuuh…!

Los hilos ya se le habían incrustado en la piel y su cara poco a poco estaba perdiendo los colores.  Mientras tanto, dos mujeres observaban la escena paradas frente a él. Una de ellas, la cual ocultaba una fría mirada detrás de unas enormes gafas de sol, retrocedió unos cuantos pasos para observar mejor. Su abundante cabellera rubia, se derramaba por el amplio escote de su vestido rojo intenso de una pieza. Mientras miraba, golpeaba el suelo en repetidas ocasiones con la punta de sus impecables zapatos finos con impaciencia. La otra mujer por su parte, vestía una ropa de color negro intenso que la cubría totalmente desde la cabeza hasta los tobillos dándole un gran aire a religiosa. El único rasgo que podía verse de ella, eran sus ojos negros los cuales no parecían expresar emoción alguna.

El extremo de aquellos hilos plateados, estaban conectados a las puntas de los dedos de la monja. Y en el momento en que ella escuchó los suspiros de la mujer de rojo a sus espaldas, movió sus dedos ligeramente. Los gemidos de aquel hombre, rápidamente se transformaron en jadeos de desesperación y después de haber estado luchando por su vida, el hombre finalmente dejó de moverse y su cabeza colgó sin fuerza. Luego de eso, la monja hizo un gran movimiento con sus manos y aquellos hilos plateados, soltaron el cuello del hombre y luego se retrajeron hacia ella, dejando caer el cuerpo.

—Es suficiente, hermana…

La monja retrocedió inmediatamente, al escuchar la orden de la otra mujer e hizo una reverencia. La mujer de rojo, se encontraba sosteniendo una carta en la punta de los dedos, la cual se convirtió inmediatamente en partículas mágicas y desapareció. La monja en ese mismo instante, se convirtió en partículas mágicas de color azul y desapareció igual que la carta.

Una vez que se quedó sola, la mujer de rojo miro a su alrededor. El viento, arrastraba un olor a sangre a través de los espacios entre los edificios del lugar. Finalmente, la luz sol matutino había asomado y la mujer alzó la vista observando a una parvada de cuervos parados sobre el tendido eléctrico. Eran simples cuervos comunes y corrientes. Por lo tanto, procedió a abandonar el lugar. Sin embargo, repentinamente sintió que las puntas de sus pies se mojaron. Se había parado en un charco de sangre que se extendía poco a poco procedente de decenas de cadáveres tirados por el lugar y de los cuales ella ni se inmutó al observar. Decenas de cadáveres entre los cuales la mayoría estaba conformada por niños y adolescentes. Su vista al observar el lago de sangre derramada por ella misma, era completamente carente de vitalidad, como si sus ojos fueran dos simples esferas de cristal. Luego alzó su vista, y se fijó en un automóvil detenido en medio de una amplia carretera de ocho carriles un pacifico distrito lleno de edificios corporativos. Ella comenzó a caminar en dirección del automóvil, pero ni bien había caminado unos cincuenta metros, cuando se hizo notorio su disgusto al sentirse toda sucia e inmediatamente se dispuso a utilizar magia.

¡Float! —Exclamó.

Un círculo mágico de color azul apareció bajo sus pies, y de un solo saltó llegó hasta el vehículo aterrizando justo al lado. Adentro, le esperaba un hombre sentado en el asiento del conductor, el cual se inclinó y asomó su cara a través de la ventana del pasajero y habló con ella:

—Hola, Buen trabajo…

—Kippei, si estabas mirando, pudiste haberme ayudado…

Al escuchar eso, Washizu Kippei se echó a reír y respondió:

—No me pareció correcto interrumpir tu diversión.

El hombre parecía de buen humor. Incluso ella fue capaz de notar ese buen humor en las pupilas escarlata que él mostraba a través de sus anteojos.

—Oye, ¿no crees que hubiera sido mejor que no mataras a nadie?  —Preguntó Kippei mientras regresaba al asiento del conductor y quitaba el seguro de la puerta.

—No tuve opción. ellos vieron mi rostro. —Respondió la mujer, abriendo la puerta y entrando al vehículo.

—Para eso llevabas las gafas de sol ¿no?

—¿Crees que puedo ocultar mi bello rostro solo con estas cosas?

Ciertamente ella llevaba unas gafas de sol de color negro que eran muy grandes. Pero, al ser una mujer naturalmente rubia, no podía pasar desapercibida en Japón. Sin mencionar que su piel era tan blanca como la nieve.

 Ella de pronto, distorsionó sus brillantes y seductores labios rojos, y se reclinó en su asiento desviando su mirada hacia la ventana.  Los cuervos aterrizaban en la carretera donde no había señal alguna de vida humana. No había ningún paisaje que valiera la pena mirar.

—Incluso mataste niños… —Comentó Kippei.

Sin embargo, en su voz no parecía haber ningun tipo de reproche. La mujer contestó:

—Ellos eran los que más me preocupaban.  Las vacaciones de verano están por terminar asique tengo que ser muy cuidadosa.

—Ya veo. ¿Entonces ya es hora?

Mientras ella miraba por la ventana, los cuervos comenzaban a reunirse alrededor de los cadáveres, cosa que ella no quería mirar por lo que apartó la vista y miró nuevamente hacia Kippei. Sin embargo, su vista fue bloqueada repentinamente, quedando completamente inmovilizada. Era Kippei quien repentinamente se había movido desde el asiento del conductor hacia ella y se le había echado encima para darle un beso en el cabello. Ella la calidez de su aliento en la oreja y dijo:

—Kippei, ¿Acaso quieres que te haga ver el infierno?

—Vaya, eso suena aterrador…

Después de ser amenazado, Kippei le quitó las manos de encima y regresó resignado a su asiento y dijo:

—Está bien. Entonces volvamos a nuestro castillo, princesa. —En menos de un segundo, arrancó el vehículo—. El «Bello Durmiente» nos está esperando.

Luego de decir esas palabras, puso el vehículo en marcha y aceleró a tope rápidamente. Un círculo mágico de color rojo, apareció por encima del automóvil mientras estaba en movimiento y se transformó en un haz de luz que dejó el lugar inmediatamente.


 

Written By

orenohonyaku

Traductor japonés-español.