Epílogo
Un cielo lleno de estrellas brillaba sobre sus cabezas de tal forma, que incluso la vía láctea que normalmente no era posible ver desde la verdadera Tokio, era perfectamente visible desde ese lugar. Allí, Aiba Tsuganashi enfundaba su sable en su cinturón, y mientras bajaba sus manos vestidas con guantes blancos, miraba fríamente a un hombre que se desplomaba en el suelo. Aquel hombre ya cabizbajo, fue forzado inmediatamente por algún tipo de poder mágico a que levantase el rostro y aunque estaba totalmente angustiado, no mostraba signos de ceder ante la adversidad. Sin embargo, no pudo evitar mostrar una expresión de dolor cuando de repente tuvo que sacar un poco de sangre que salió de su boca precipitadamente como si hubiese estallado algo dentro de él.
Tsuganashi iluminó el rostro de aquel hombre que se encontraba pálido, con la ayuda de unas esferas de luz celeste que flotaban a su alrededor. encontrándose encima de una plataforma, Tsuganashi volteó a mirar a otro hombre que vestida con una larga gabardina, el cual se encontraba sentado sobre unas graderías a lo lejos. Este hombre, se llamaba Washizu Kippei, y como si hubiese recibido algún tipo de indicación, se puso de pie inmediatamente. Comenzó a caminar hacia ellos mientras aquel hombre era atormentado sobre el escenario al aire libre dentro del parque Shakuji. después, señaló al cielo alegremente y dijo:
—Observa… —quedándose quieto, Washizu observó el cielo nocturno—. En este mundo donde los humanos ordinarios han desaparecido, las cosas que ya eran hermosas son aun mas hermosas y han recuperado su valor original. ¿No crees que es un pecado impedir que esto suceda?
Tsuganashi permaneció en silencio. Sin embargo, aquel hombre moribundo contestó:
—El mundo que ustedes los Trailers quieren forjar, se fundamenta en la masacre de muchos inocentes. ¿Dime que hay de hermoso en eso?
Aquel hombre habla como si estuviera escupiendo.
—Diferencia de opiniones… —Contestó Washizu, mientras se acomodaba el dobladillo de su gabardina y se empujaba los anteojos hacia arriba de su nariz con el dedo medio.
A simple vista, parecía un simple hombre asalariado a punto de cumplir los treinta. Sin embargo sus ojos vistos a través del cristal de sus gafas, brillaban con un profundo color carmesí. Washizu subió al escenario y se paró a la par de Tsuganashi mientras miraba al hombre que se encontraba postrado. Este hombre, se encontraba completamente cubierto de hielo hasta la altura del cuello y lo único que tenia libre, era su cabeza.
—Las cosas artificiales y antinaturales, deben ser eliminadas por la naturaleza. Sin embargo, a veces hay cosas que la naturaleza no pueden volver parte sí. Como los Plásticos, Sustancias Nocivas, Materiales nucleares y sobre todo, Los Humanos Ordinarios… Si, sobre todo ellos… se reproducen como cucarachas y por eso se han vuelto difíciles de exterminar.
Después de haber dicho eso, Washizu se metió las manos en los bolsillos de su abrigo y sin parar de sonreír, agregó:
—Asi como lo hizo este mundo que fue destruido por Ryusenji Kazuma, el mundo original también tiene derecho a renacer hermosamente ¿no crees?
El hombre postrado, distorsionó su rostro ante la actitud de Washizu y respondió:
—Ustedes son una vergüenza para los magos. No son capaces de coexistir con los humanos ordinarios, por que solo velan por su propio bienestar. No hacen sino fundamentar todo basándose en su propio egocentrismo.
—¿Y, dices que ustedes los de Wizard Breath, renuncian a sus intereses y eligen huir y ocultarse, para vivir entre las sombras solo por el bienestar de los humanos ordinarios? Jaaa… esa es una ridiculez. Si de verdad crees que así son las cosas, es porque eres un estúpido o porque eres un ciego que no quiere ver la realidad.
En ese momento, Washizu sin sacar sus manos de los bolsillos, hizo que el cuerpo del hombre se levantar con solo mirarlo. Los ojos de aquel hombre se humedecieron y se llenaron de lagrimas.
—¡¡AAAaaaaaa!!
—En vista de que tus ojos no ven nada, creo que ya no son necesarios ¿verdad?
—A…. aaa…. aaaaaa…
Los ojos de aquel hombre comenzaron a derretirse convirtiéndose en un liquido blanco que escurría a través de sus mejillas mientras él gritaba con agonía. Luchaba por moverse pero la mayor parte de su cuerpo seguía inmovilizada y cubierta del hielo generado por la magia de Tsuganashi.
—Esto es horrible. Aquellos que están de parte de los humanos ordinarios, no son dignos de heredar este mundo. —Washizu habiendo dejado de reírse, observó a aquel hombre con desprecio—. mátalo…
Tsuganashi asintió sin la menor vacilación.
—¡¡Alto… no…. no lo hagas…. aaaa….!!
Tsuganashi no tenia la necesidad de usar su espada para el trabajo. El hombre comenzó a pedir piedad, pero Tsuganashi no fue conmovido en lo más mínimo. Sus recuerdos habían sido alterados para convertirlo en un perfecto aliado de los Ghost Trailers y por lo tanto, para él, ahora todos los magos de Wizard Breath, eran enemigos que debían ser aniquilados. De pronto, partículas de color celeste, comenzaron a revolotear sobre la superficie de sus guantes blancos.
—¡¡No, por favooooor….!!
El hielo que llegaba hasta el cuello de aquel hombre, comenzó a avanzar para cubrir por completo su cuerpo hasta su cabeza mientras hacia un ruido como si fuese un ser vivo. El hielo tapó la boca y llenó las cuencas de sus ojos dejando un par de hoyuelos negros y al hombre en completo silencio. El hielo probablemente no se derretiría sino hasta la mañana siguiente y hacerlo, no había supuesto ningún esfuerzo para Tsuganashi.
Cuando Tsuganashi bajó del escenario para reunirse con Washizu que había bajado antes, lo encontró sentado en una de las bancas de madera, contemplando el cielo estrellado.
—Kippei-san, ya terminé. —Declaró Tsuganashi.
Pero al escuchar su voz, Washizu simplemente dio unas palmadas en el la superficie de la banca, instándolo a que se sentara a su lado. Tsuganashi accedió sin más, y luego de sentarse junto a él, también se dispuso a observar la variedad de estrellas que se mostraban en todo lo largo y ancho del firmamento. La vía láctea que se veía desde allí, ya no se podía ver desde el cielo nocturno que había en el mundo original. Disolvió las esferas de luz que le acompañaban y todos los alrededores se llenaron con la pura luz que emanaba de las estrellas y todo aquel horrible panorama terminó hundiéndose en la oscuridad de la noche.
Washizu estaba muy pensativo. Si meditaba en la información obtenida de algún mago de Wizard Breath o si simplemente pensaba en el futuro, era algo totalmente ajeno y desconocido para Tsuganashi. Era imposible para cualquiera, saber qué era lo que estaba pasando por la mente de Washizu. Él era un sujeto que no se andaba con rodeos y mataría a cualquiera, simple y sencillamente por estar aburrido.
—Que aburrido… —Murmuró Washizu Kippei.
Incluso a sabiendas de que Wizard Breath habia capturado a tres magos que estaban a su cargo, eso fue todo lo que tenia que decir. Tsuganashi en ese momento, se puso a hacer memoria sobre aquella chica con la que se topó en la estación del metro bajo el mismo cielo nocturno.
Le habían contado que esa chica que por alguna razón lo llamaba «Nii-san», era una maga de nivel intermedio, perteneciente a Wizard Breath. Tsuganashi se propuso en ese momento, que la próxima vez que se encontrasen, la congelaría dejándola como una estatua al igual que como acababa de hacer con el hombre de hace un momento. Según él, muy por el contrario a la imagen de aquel hombre ensangrentado, ella constituiría una hermosa pieza de arte. Mientras imaginaba en su cabeza que ese momento llegaría, una sonrisa despiadada se dibujó en el rostro de Tsuganashi.
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